Out of our minds nos enseña el camino que recorre nuestra imaginación, nuestra creatividad a lo largo de nuestra vida y educación. En la mayoría de los casos, esta se va apagando, se oxida, hasta el punto en que llegamos a creer que nuestra creatividad es nula e incluso inútil.
El dato curioso que abre el libro es que cuando somos pequeños, un 85% de los niños se consideran creativos y les gusta serlo, y en la edad adulta, solo un 20% se atreven a decir que se consideran gente imaginativa. El punto crítico de todo esto es el colegio; en el colegio se nos enseña a aprender, se nos inculcan conocimientos básicos, necesarios y se “erradica” la mala actitud para asegurar un “buen” porvenir; en el mejor de los casos, se nos enseña a pensar, pero no se nos enseña a crear, no se nos muestra ni se nos da la oportunidad de demostrar al mundo, ni siquiera de demostrarnos a nosotros mismos de lo que somos capaces, de esta manera, nuestra mente, nuestro subconsciente creativo cae en un letargo durante años. Tanto tiempo, que cuando se nos pregunta si nos creemos creativos, recordamos que alguna vez, nos gustó dibujar, nos gusto pintar, escribir, bailar… todo ello en el pasado.
A cuantos, no digo ya gente de media edad, sino nosotros mismos, lo universitarios, nos plantan ante una hoja en blanco, con unos cuantos rotuladores, y no sabemos por donde empezar, es más, cuantas veces decimos la frase “Hacía que no dibujaba…”
El sistema que promete protegernos nos censura, es tal su letal eficiencia que acaba por cortar las alas de la gente a la que sirve con la escusa de no hacernos perder el tiempo «en cosas que no sirven para nada».
@borxap
Kibber 